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viernes, 12 de diciembre de 2014

DIA DE PIEDRAS.

 
Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: «Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario, pero no dañes el aceite ni el vino»Ap. 6,62
 
 
DIA DE PIEDRAS.


Llegará el día del pergamino
y tendré que hablarle a mi voz.

Ese día callarán los argumentos
las alimañas desatadas
de una verdad desnuda.

Socavaran mis agrietadas manos
vislumbrando lo que hicieron
o dejaron de hacer.
Intentado ver la primitiva luz
hurgarán llagas,
promesas,
y los ingrávidos
dedos que en ellas moran.

Con estas manos pudiese haber
dado sustento a miles de platos
de clemencia.
Calorías disuasorias o alentadoras,
o quizás
desalar lágrimas anónimas
o hasta...
con precisión cirujana estirar
apéndices de fundamentos que impiden
al niño alzar la vista de la estirpe.

-Todos somos mancas providencias aquí-

Llegará el día , si,
y me preguntarán por estos ojos
rebosantes de moscas verdes gimiendo sucios.
Estos ojos que no quisieron ver más allá
del ombligo que me alimenta.

Ojos pardos de arena
que no se atrevieron a ser olas, abrazando
alienadas medusas.
Se niegan a ver, gramíneas de uno mismo
entre la errática eternidad de los parques.

-Aquí todos somos providencias ciegas,
ceja del placebo del misterio-

La boca que debería recubrir la arenga
del ecuánime,
soplar el viento hacia lo meridional
de la balanza, incluso
besar la compasiva lepra con frenesí
es ardua tarea para el mediocre
pellejo que habito.

-Nunca tendremos bastante.
Todos somos mudas providencias aquí-

Escudriñarán mi desnudo cuerpo como un mapa.
Carreteras visionarias entre las piernas,
territorios de espantos en este tronco
inclinado hacia la tierra.

Cuando el día traiga la umbría cuestionada
y los jinetes negros,
(victoria estática
cumpliendo de la piedra
su rotatorio sueño)
la trémula sentencia apocalíptica
del séptimo sello
yo aguardaré.

Malvivo esperando albas deslenguadas
dilucidando
esta demente ensoñación de las rocas
insurrectas.
Esta sutil manera de esconderme
como ellas
entre la pasiva espalda de una tarada nube
y hacerme aire inmóvil.

 
 
P.Gorricho





Cecilio Barragán.

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